1. Vida y obra.
Friedrich Nietzsche (Röcken, 15 de octubre de 1844-Weimar, 25 de agosto del 1900 ) fue un filósofo, poeta, músico y filólogo alemán del siglo XIX, considerado uno de los filósofos más importantes de la filosofía occidental, cuya obra ha ejercido una profunda influencia tanto en la historia como en la cultura occidental.
Recibirá una sólida formación humanista con gran sensibilidad para la música. Muy pronto comenzará su enfermedad, con grandes dolores de cabeza. Estudia Filología clásica, donde descubre la obra de Schopenhauer. Admirará a Wagner hasta que rompa con él. Nombrado catedrático de Filología clásica en Basilea (Suiza) la abandonará al agudizarse su enfermedad (a los 35 años) viviendo entre el Mediterráneo y los Alpes suizos. A los cuarenta y cinco años sufrirá un colapso en Turín y los diez años siguientes tendrá una vida casi vegetativa, siendo cuidado por madre y su hermana, que manipulará y falsificará pasajes de su obra.
Entre sus obras más destacadas debemos mencionar las siguientes: El nacimiento de la tragedia (1872), Así habló Zaratustra (1883-1884), El anticristo (1888), El crepúsculo de los ídolos (1888) y Ecce homo (1888).
2. El problema de la historia y de la realidad.
Nietzsche
asume la doble tarea de hacer una dura crítica de la cultura occidental
(filosofía, moral, ciencia, arte, etc.) y, además, de promover una
nueva interpretación de la realidad, de la verdad y del hombre basada en
unos valores contrarios a los tradicionales
Nietzsche, motivado por la influencia directa de Schopenhauer, destaca que los griegos se enfrentaron a la cambiante y contradictoria vida mediante el arte, puesto que para Nietzsche la vida es un irracionalidad cruel y ciega, dolor y destrucción. Así, el género teatral de la tragedia griega, cuyo argumento de la tragedia es la caída de un personaje importante que se enfrenta a episodios crueles y fatídicos, proporcionando imágenes bellas a las cosas más terribles, que solo puede ser fruto de la abundancia de fuerzas y plenitud desbordantes, es un valeroso y sublime decirle sí a la vida. Los autores trágicos más importantes y reconocidos fueron Esquilo, Sófocles, Esquilo y Eurípides, y cuyo género surgió de la fusión de dos elementos contrapuestos:
1) Lo dionisíaco: Dionisos, el dios del vino, de la embriaguez, representa la oscuridad, la voluntad irracional, el exceso. Representado por medio del coro y la danza en la tragedia.
2) Lo apolíneo: Apolo, dios del Sol y de la luz, representa la razón y el orden. Representado por medio de la poesía y el diálogo en la tragedia.
Ambos elementos son necesarios para la creación de una obra de arte trágica; no obstante, el fondo esencial de la tragedia es lo dionisíaco, que simboliza la vida y su constante devenir (transformación o cambio). Sin embargo, con el pensamiento de Sócrates y su búsqueda de conceptos universales y de la verdad, triunfa el “hombre teórico”. Con su discípulo Platón, el diálogo sustituye a la tragedia, y el saber científico se convierte en el único medio para comprender la realidad. Por ello, Nietzsche considera que Sócrates y Platón son los grandes corruptores de la filosofía occidental:
1) Sócrates hizo triunfar la razón contra la vida, esto es, a Apolo sobre Dionisos. Dijo no a la vida y abrió un periodo de decadencia hasta nuestros días.
2) Platón introdujo el mayor y más graves de los errores: inventó un mundo de conceptos o esencias inmateriales – las Ideas -, que no se pueden captar por los sentidos. Lo llamó “mundo verdadero” y lo enfrentó al “mundo aparente”, al mundo de lo material y sensible. Sin embargo, para Nietzsche, precisamente, este mundo, el mundo aparente, el mundo de la vida, la realidad que percibimos por los sentidos, es el único que es real.
A partir de ahí, los conceptos metafísicos que han ido apareciendo a lo largo de la historia (“ser”, “sustancia”, “noúmeno”, etc.) son engaños del lenguaje, proceden del desprecio hacia los sentidos y de la sobrevaloración de la razón. Estas etapas en la historia de la cultura occidental son: platonismo, cristianismo, kantismo, positivismo y nihilismo. Dichas etapas presentan la autodestrucción del mundo suprasensible y la liquidación del mundo metafísico, cuyo final es la afirmación de este mundo (el aquí y el ahora) como el único mundo verdadero, el mundo aparente.
Para Nietzsche, la historia de la metafísica revela temor y odio hacia la vida, es la expresión del espíritu de la decadencia incapaz de aceptar que no hay nada permanente ni eterno.
En su obra El crepúsculo de los ídolos, Nietzsche expone las etapas de la historia de la cultura occidental en el texto titulado "Cómo el “mundo verdadero” acabó convirtiéndose en una fábula. Historia de un error" con la intención clara de presentar la historia del pensamiento occidental como un proceso de autodesenmascaramiento y, por ello, de autodestrucción del mundo suprasensible:
1. El mundo verdadero, asequible al sabio, al piadoso, al virtuoso, -él vive en ese mundo, es ese mundo. (La forma más antigua de la Idea, relativamente inteligente, simple, convincente. Transcripción de la tesis «yo, Platón, soy la verdad»).
2. El mundo verdadero, inasequible por ahora, pero prometido al sabio, al piadoso, al virtuoso («al pecador que hace penitencia»). (Progreso de la Idea: ésta se vuelve más sutil, más capciosa, más inaprensible, -se convierte en una mujer, se hace cristiana...).
3. El mundo verdadero, inasequible, indemostrable, imprometible, pero ya en cuanto pensado, un consuelo, una obligación, un imperativo. (En el fondo, el viejo sol, pero visto a través de la niebla y el escepticismo; la Idea, sublimizada, pálida, nórdica, königsburguense).
4. El mundo verdadero -¿inasequible? En todo caso, inalcanzado. Y en cuanto inalcanzado, también desconocido. Por consiguiente, tampoco consolador, redentor, obligante: ¿a qué podría obligarnos algo desconocido? ... (Mañana gris. Primer bostezo de la razón. Canto del gallo del positivismo).
5. El «mundo verdadero» -una Idea que ya no sirve para nada, que ya ni siquiera obliga, -una Idea que se ha vuelto inútil, superflua, por consiguiente una Idea refutada: ¡eliminémosla! (Día claro; desayuno; retorno del bon sens y de la jovialidad; rubor avergonzado de Platón; ruido endiablado de todos los espíritus libres).
6. Hemos eliminado el mundo verdadero: ¿qué mundo ha quedado?, ¿Acaso el aparente?... ¡No!, ¡al eliminar el mundo verdadero hemos eliminado también el aparente! (Mediodía; instante de la sombra más corta; final del error más largo; punto culminante de la humanidad; INCIPIT ZARATHUSTRA).
La división de mundo en un mundo verdadero y un mundo aparente, tanto si se hace al modo de Platón, del cristianismo o de Kant (un cristiano "disfrazado" según Nietzsche), no es otra cosa que síntoma de vida decadente. El paso por el positivismo (corriente filosófica que sostiene que el conocimiento científico es el único conocimiento auténtico) y el nihilismo (del latín, nihil - nada. Todo se reduce a la nada y, por tanto, nada en el mundo tiene sentido) termina con la afirmación de la existencia de un único mundo, un universo, el mundo aparente.
Y Nietzsche termina el pasaje con la frase: Incipit Zarathustra (comienza Zaratustra). El nombre de Zaratustra proviene del de Zoroastro, el sabio persa, de cuyo nombre Nietzsche se apropia y su figura será la encarnación de su propio pensamiento.
Así pues, contra la ilusión del “mundo verdadero”, debemos aceptar el testimonio de los sentidos: lo real es devenir, como afirmaba Heráclito. En consecuencia, el ser humano no puede llegar a verdades absolutas. La confianza en que tales verdades existen es fruto de que el hombre se siente perdido ante la pluralidad de impresiones de la vida, e inventa conceptos para clasificar y ordenar la cambiante realidad, pero tales conceptos solo son metáforas. El uso prolongado de dichas metáforas lleva a hombre a pensar que expresan la verdad. Pero la vida y la realidad no son conceptos ni pueden quedar expresadas en ellos, pues, mientras los conceptos son fijos e inertes, vida y realidad están en contante devenir.
3. El problema ético y del ser humano: TRANSVALORACIÓN DE LOS VALORES, ETERNO RETORNO, SUPERHOMBRE Y MUERTE DE DIOS.
El pensamiento antropológico de Nietzsche suele calificarse como vitalista. La doctrina filosófica denominada vitalismo considera que la vida es un realidad fundamental, irreductible a cualquier otra. La vida, en su dimensión biológica y cultural, es considerada por Nietzsche la realidad originaria que no puede reducirse a mera racionalidad.
Instintos, pasiones, pulsiones vitales (esto es, todo aquello que desde el interior de nuestro organismo nos empuja a actuar. Fuente de energía física que orienta nuestro comportamiento hacia un fin. Es la expresión de las necesidades naturales, físicas, que todos tenemos, y es consecuencia de la interpretación que Nietzsche hace de la vida destacando el aspecto biológico sobre cualquier otro.), etc. - la vida misma – han sido incomprendidos y reprimidos desde la Antigüedad.
En cuanto a la moral,
Nietzsche considera que la moral tradicional es una moral antinatural,
pues se opone a la vida. Su raíz está en la religión judeocristiana, que
establece normas en contra de los instintos vitales (ya que si no se cumplen las normas establecidas, se comete un “pecado”). El platonismo (esto es, toda la filosofía occidental desde Sócrates y Platón)
está en la base de esta moral contranatural: el mundo de las Ideas de
Platón se convirtió en el más allá que espera al ser humano en la
religión cristiana.
En su investigación filológica en diversas
lenguas, Nietzsche cree hallar el resultado siguiente: en todas las
lenguas, “bueno” significó primitivamente “lo noble y aristocrático”,
contrapuesto a lo “malo” en el sentido de “simple, vulgar, plebeyo”. De
la mano de los judíos y, posteriormente, de los cristianos, surgió una
nueva contraposición moral que desplazó a la anterior: los que eran
considerados malos (en el sentido de “bajos, plebeyos”) se rebelaron y
se llamaron a sí mismos buenos, y denominaron malvados a los
aristócratas. Por tanto, la moral surgió como resultado de la rebelión
de los esclavos y es producto del resentimiento (dicho de una persona:
que se siente maltratada por la sociedad o por la vida en general) de
quien no puede aceptar la vida ni los valores que la acompañan.
Así, la moral de resentimiento es una moral de venganza contra los fuertes (de espíritu). Por ello, dicha moral pretende la igualdad y exalta la humildad, la resignación y la compasión. La conciencia moral y el sentimiento de culpa son los instrumentos del sacerdote que guía el rebaño de fieles. La aspiración de alcanzar la felicidad en el más allá mantiene vivos los valores contrarios a la vida propios del cristianismo.
Hasta ahora ha triunfado la moral de esclavos,
la moral de rebaño, la moral de la democracia. Sin embargo, para Nietzsche, los valores creados
por la cultura occidental son falsos, pues niegan la vida. Cuando se
derrumben – y se derrumbarán porque son ilusorios-, llegará el nihilismo;
es decir, la civilización occidental se quedará sin valores, se perderá
el sentido de la existencia y no habrá una meta para el ser humano. Tal
estado no ha llegado todavía, pero se anuncia en el pesimismo, en la
decadencia y el agotamiento generales.
Además de este aspecto
negativo y pasivo, Nietzsche subraya que el nihilismo, aunque incapaz de
crear, pondrá las condiciones para que se generen nuevos valores.
Hasta ahora, la humanidad ha valorado todo lo que se opone a la vida; la moral vigente procede de un espíritu enfermo y decadente. Hay, pues, que invertir los valores y afirmar de nuevo la vida: transvaloración de los valores. Esta es propuesta de Nietzsche: Cambiar radicalmente la jerarquía de los valores de la moral occidental, una moral de renuncia y resentimiento hacia la vida, y sustituirla por una nueva jerarquía en la que se recojan los valores que suponen una afirmación radical de la vida. En definitiva, una moral de señores.
¿Quién será capaz de crear nuevos valores? El superhombre (no tiene super poderes especiales. Es el hombre fiel a los valores de la vida y al devenir. El término alemán Übermensch puede traducirse como “superhombre” o “transhombre”. Este concepto tiene un sentido genérico de “humanidad”), esto es, el nuevo hombre que aparecerá cuando se culmine la transvaloración de los valores. Un hombre que enunciará la nueva moral. Un hombre fiel a los valores de la vida (la salud, la voluntad fuerte, el amor, etc.) El superhombre, para Nietzsche, es fruto de tres transformaciones del espíritu, simbolizadas por el camello, el león y el niño:
1) El camello se arrodilla para cargar con el peso de la moral tradicional y sus normas. Obedece ciegamente. Simboliza la degeneración de la humanidad, consecuencia de la domesticación del hombre por el cristianismo.
2) El camello se transforma en león cuando arroja los antiguos valores y quiere conquistar su libertad (el nihilista). Pero el león no es capaz de crear nuevos valores; para ello es necesario que el espíritu del león se transforme en niño.
3) El superhombre tiene la inocencia del niño, está más allá del bien y del mal, es el primer hombre, puede crear nuevos valores, vive fiel a la tierra; es decir, a la vida, al devenir. Dice: ¡Sí a la vida! Con todo lo bueno y lo malo que hay en ella. El superhombre logrará recuperar los instintos vitales y creará nuevos valores.
Dostoyevski hace decir a Iván, uno de los personajes en su novela Los hermanos Karamazov: «Si Dios no existe, todo está permitido». Con ello, todo fundamento de la moral se sustenta en Dios, ya que si no existe Dios, no es posible moralidad alguna.
“El hombre frenético.—¿No habéis oído hablar de aquel hombre frenético que justo antes de la claridad del mediodía encendió una lámpara, corrió al mercado y no dejaba de gritar: «¡Busco a Dios, busco a Dios!»? —Allí estaban congregados muchos de los que precisamente no creían en Dios, provocando una gran carcajada. «¿Acaso se ha perdido?», dijo uno. «¿Se ha extraviado como un niño?», dijo otro. «¿O es que se ha escondido? ¿Nos tiene miedo? ¿Se ha hecho a la mar en un barco? ¿Ha emigrado?»—así chillaban y reían sin orden alguno. El hombre frenético saltó en medio de ellos, atravesándolos con
la mirada. «¿Adónde ha ido Dios?», gritó, «¡yo os lo voy a decir! ¿Nosotros lo hemos matado —vosotros y yo! ¡todos nosotros somos sus asesinos! ¿Pero cómo hemos hecho esto? ¿Cómo fuimos capaces de bebernos el mar hasta la última gota? ¿quién nos dio la esponja para borrar todo el horizonte? ¿qué hicimos cuando desencadenamos esta tierra de su sol? ¿Hacia dónde se mueve ahora? ¿Hacia dónde nos movemos nosotros? ¿Lejos de todos los soles? ¿No caemos continuamente? ¿Y hacia atrás, hacia los lados, hacia delante, hacia todos los lados? ¿Hay aún arriba y abajo? ¿No vagamos como a través de una nada infinita? ¿No sentimos el alentar del espacio vacío? ¿No se ha vuelto todo más frío? ¿No llega continuamente la oscuridad y más oscuridad? ¿No tendrían que encenderse lámparas a medio día? ¿No escuchamos aún nada del ruido de los sepultureros que entierran a Dios? ¿No olemos aún nada de la putrefacción divina? —También los dioses se descomponen. ¡Dios ha muerto! ¡Dios sigue muerto! ¡Y nosotros lo hemos matado! ¿Cómo nos consolaremos los asesinos de todos los asesinos? Lo más sagrado y lo más poderoso que hasta ahora poseía el mundo, sangra bajo nuestro cuchillos —¿quién nos enjuagará esta sangre? ¿Con qué agua lustral podremos limpiarnos? ¿Qué fiestas expiatorias, qué juegos sagrados tendremos que inventar? ¿No es la grandeza de este hecho demasiado grande para nosotros? ¿No hemos de convertirnos nosotros mismos en dioses, sólo para estar a su altura? ¡Nunca hubo un hecho más grande —todo aquel que nazca después de nosotros, pertenece a causa de este hecho a una historia superior que todas las historias existentes hasta ahora!» Aquí calló el hombre frenético y miró nuevamente a sus oyentes: también éstos callaban y lo miraban extrañados. Finalmente, lanzó su lámpara al suelo, rompiéndose en pedazos y se apagó. «Llego demasiado pronto —dijo entonces—, mi tiempo todavía no ha llegado. Este enorme acontecimiento aún está en camino y deambula —aún no ha penetrado en los oídos de los hombres. El rayo y el trueno necesitan tiempo, la luz de las estrellas necesita tiempo, los hechos necesitan tiempo, aun después de que hayan ocurrido, para ser vistos y escuchados.» Esta acción les está todavía más lejana que los astros más lejanos —«¡y sin embargo, ellos mismos la han llevado a cabo!». —Se cuenta además que, ese mismo día, el hombre frenético irrumpió en diferentes iglesias y entonó su Requiem aeternam Deo [Descanso eterno para Dios]. Conducido fuera de ellas y conminado a hablar, sólo respondió una y otra vez: «¿Qué son, pues, estas iglesias sino las tumbas y sepulcros de Dios».”
En este texto llama la atención que la noticia sea dada por un loco; pero no es un loco cualquiera, sino alguien que ve lo que otros no ven. La escena recuerda la imagen de Diógenes de Sinope que pasea el pleno día con un linterna encendida y gritando: "Yo busco un hombre (honesto)", dejando ver cuán difícil es poder encontrarlo. El hombre loco, al que hace referencia Nietzsche, afirma que Dios ha muerto. Es el primero en saberlo, pero su noticia no es escuchada. El mar designa la infinitud; el horizonte, la transcendencia; y el sol, en referencia a la alegoría platónica de la caverna, hace referencia a la luz de Dios. Así pues, la muchedumbre de ateos no se desconcierta ante este hecho de la muerte de Dios; pero no son aún conscientes de la acción que ellos mismos han cometido. Tampoco son conscientes de las consecuencias de su acción. Lo que ha muerto, en definitiva, no es Dios mismo, sino la fe del hombre en él.
La muerte de Dios se convierte en el comienzo de una nueva etapa de la historia y ha llegado el momento de ponerse manos a las obra. La muerte de Dios es un acto liberador, de la que ya han advertido los filósofos y los espíritus libres.
4. Vigencia del pensamiento de Nietzsche en la actualidad.
En la actualidad, podemos ver el reflejo de la filosofía de Nietzsche en varios aspectos:
La religión no está tan extendida como en siglos anteriores. Si bien es cierto que hay quien “acepta la carga” de la moral judeocristiana, son más numerosos los “leones-nihilistas”, aquellos que niegan la validez de las creencias y los valores tradicionales y reclaman su libertad. No obstante, la sociedad occidental actual continúa siendo una sociedad en decadencia, en la que se han perdido las normas que guiaron a la humanidad durante muchos siglos, pero que todavía no ha generado una moral propia, fruto de la libertad.
También las ideologías que, prescindiendo de Dios, intentaron dar un sentido y un fin a los seres humanos han perdido su fuerza. Valores como la igualdad, la justicia o la búsqueda de la liberación de la humanidad (tan presentes, por ejemplo, en el marxismo) están anticuados.
La población del mundo desarrollado parece vivir para cumplir con los fines consumistas que se proponen en el capitalismo globalizado.
En este sentido, el consumismo ha sustituido a la religión y a las ideologías, pero no se identifica con el niño creador de nuevos valores; más bien transforma de nuevo el espíritu del ser humano en un “camello” que carga con normas y directrices externas a él y que lo esclavizan.
Bibliografía:
• Adelina Sarrión: Textos de Filosofía. Madrid: Anaya. 2017.
• E. Colomer: El pensamiento alemán. De Kant a Heidegger. Tomo tercero. Barcelona: Herder. 2002.
• Eugen Fink: La filosofía de Nietzsche. Barcelona: Herder. 2019.
• Reale, G. y Antiseri, D.: Historia del pensamiento filosófico y científico. III Del Romanticismo hasta hoy. Barcelona: Herder, 2019.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Gracias por su comentario en este blog educativo! Antes de ser publicado, su comentario será revisado por un moderador.