1. Vida y obra.
Arendt (Linden-Limmer, 14 de octubre de 1906 - Nueva York, 4 de diciembre de 1975) fue una escritora y teórica política alemana, posteriormente nacionalizada estadounidense, de religión judía, discípula de Heidegger y Jaspers. Es una de las filósofas más influyentes del siglo XX por sus contribuciones en el campo de la filosofía política.
Las obras más destacadas de esta pensadora son: Los orígenes del totalitarismo (1951), La condición humana (1958), Eichmann en Jerusalén: un estudio sobre la banalidad del mal (1963).
2. EL PROBLEMA DEL SER HUMANO.
Para Hannah Arendt el ser humano desarrolla dos actividades fundamentales: la actividad teórica o contemplativa (vita contemplativa) y la actividad práctica (vita activa). La actividad teórica o contemplativa estaría relacionada con la actividad intelectual pura y que, generalmente, ha producido la filosofía. Sin embargo, Arendt está más interesada en la actividad práctica, con la que construimos una sociedad libre y justa.
Así pues, Arendt cree que la actividad práctica tiene tres dimensiones fundamentales:
a) Labor: Todo aquello que permite mantenernos con vida y ligada a la necesidad de mantenernos vivos, como por ejemplo comer.
b) Trabajo:
Actividades por las que el ser humano se distingue de la naturaleza y
dan como resultado obras permanentes, como por ejemplo las casas. El trabajo nos permite independizarnos de las necesidades naturales y crear un mundo artificial característicamente humano.
c) Acción:
Son las actividades más elevadas de la condición humana, las más
racionales y libres. Nos proporciona una identidad y una forma de estar
en el mundo que compartimos con otros. La acción se corresponde con la
condición humana de la pluralidad. La política, la vida en común, es lo
más propiamente humano de la condición humana. Somos seres de acción y
mediante las acciones nos mostramos al mundo. Y nuestras acciones tienen
unas repercusiones en el mundo que compartimos con otros. Dado que las
acciones tienen consecuencias, debemos ser responsables de ellas. Este
es el precio de la libertad. Por todo ello, la acción es la actividad humana más importante.
3. EL PROBLEMA POLÍTICO Y ÉTICO: Análisis del totalitarismo.
El totalitarismo es un doctrina política en la que se defiende el absolutismo estatal y su poder total y absoluto sobre cualquier aspecto de la vida y de las libertades ciudadanas. El sistema opuesto al totalitarismo es la democracia, cuyos principios característicos son la soberanía popular y la división de poderes.
El trabajo de Arendt sobre el totalitarismo le lleva a analizar ejemplos totalitarios como el nacionalsocialismo y el régimen comunista soviético, configuraciones políticas que surgen en el primer tercio del siglo XX y que carecen de antecedentes históricos. Ambos se presentan como movimientos de masas que explotan la frustración y el resentimiento de quienes se sienten aislados y marginados de la sociedad. El movimiento totalitario ofrece a estas personas dominadas por el miedo un sentido de pertenencia y un lugar en el mundo, a cambio de una obediencia ciega y lealtad incuestionable a su líder.
Para extender su dominación, los movimientos totalitarios hacen uso de la propaganda y del terror. Las afirmaciones propagandísticas, repetidas una y otra vez, se presentan como verdades indudables, aunque en realidad proclamen ideas absurdas.
En
Los orígenes del totalitarismo, su primer libro sobre filosofía
política, en el que analiza el racismo, el imperialismo y el
antisemitismo, igualando a nazis y a estalinistas, Arendt analiza su filosofía política. Los nazis basan su ideología en la doctrina de la supremacía racial, mientras que el estalinismo se apoyó en una interpretación rígida e inflexible de la doctrina marxista. Todos estos temas no pueden ser discutido ni cuestionados, porque sirven de base para establecer su organización social, controlada por la policía y en las que los derechos humanos no tienen ningún valor.
Según señala Arendt, «los movimientos totalitarios son organizaciones masivas de individuos atomizados y aislados». Estos movimientos totalitarios han generado un nuevo tipo de ser humano: el individuo aislado, fácilmente manipulable y que conforma las masas, desposeída de sus derechos y aislado de la comunidad política a la que pertenecía. Por ello, el hombre-masa se caracteriza por su falta de relaciones sociales y su aislamiento; el fanatismo y la devoción al líder son formas de intentar huir de ese sentimiento de soledad. La persecución de los enemigos del régimen alimenta un sistema represivo en el que toda la población vive bajo amenaza del terror. El control por parte del Estado en todas las esferas, incluido el ámbito privado, crea un ambiente de inseguridad y desconfianza permanente. Además, hacen uso de los campos de concentración para fomentar el terror entre la población.
Debe establecerse, además, según la filósofa, una distinción entre el mal radical y el mal banal. El mal radical del ser humano es aquel mal que se da cuando uno es consciente de que sus acciones dañarán a los demás, a pesar de haber pensado y deliberado sobre ello previamente, y no le importa. Un mal que no es punible, ni perdonable, ya que se escapa a los parámetros que empleamos habitualmente para ello. Frente a ello, el mal banal se da cuando la persona no reflexiona sobre el acto a realizar ni sus consecuencias. Ocurre cuando el mal se deja de pensar como una acción valorable moralmente y se considera un acto cotidiano, normalizado, sobre el que el sujeto se niega a reflexionar huyendo de la contradicción. Para Arendt, el paradigma de esta banalidad del mal es Adolf Eichmann, alto cargo de la SS nazi y partícipe de la solución final, que solo juzga sus actos desde la eficacia productiva y no moralmente.
El totalitarismo no busca la dominación de los
hombres, sino que estos sean superfluos, pues no puede soportar su
imprevisibilidad, su creatividad, su espontaneidad. El totalitarismo es una ideología que
quiere, mediante el terror, eliminar la pluralidad y por ello promueve
el aislamiento y la soledad: la destrucción de la esfera política de la
vida humana y la desaparición de la vida privada. En definitiva, lograr el poder total e ilimitado, transformando a los seres humanos para que abandonen por completo su capacidad de pensar, su aspiración de libertad y su sentimiento de solidaridad con los demás.
Auschwitz (Oświęcim, Polonia)
Por tanto, su análisis del totalitarismo conduce a la necesidad de una reflexión política que restaure la idea de poder como diferente de la violencia. Para ella, el fenómeno fundamental del poder es la formación de una voluntad común orientada al entendimiento. Es decir, el poder no es ejercer violencia, sino que se deriva de la capacidad humana de actuar en común. Una democracia pide un espacio político en el que el poder no sea violencia, sino acción concertada. El poder es, así, la coacción no coactiva gracias a la cual se imponen las ideas reguladas por un elemento institucional reconocido. Por tanto, hay que restablecer un espacio público que asegure la relación adecuada entre lo privado y lo público, garantice la igualdad política de todos, así como los derechos civiles, los derechos de las minorías y de los refugiados, y el derecho a disentir. Para ello tendrá que favorecer los debates, la asociación de los ciudadanos y toda forma de acción en común. En definitiva, Arendt defiende un valor esencial en el ser humano: la vida activa.
Actividad 1: Visualiza el siguiente resumen del pensamiento de Arendt:
Actividad 2: ¿Podría ser que Eichmann y su millón de cómplices en el Holocausto solo estuvieran siguiendo órdenes? ¿Podríamos llamarlos a todos cómplices? Lee el siguiente experimento de Milgram que prueba la disposición de un participante para obedecer las órdenes de una autoridad aun cuando estas pudieran entrar en conflicto con su conciencia personal.
Bibliografía:
- Arendt, H.: Los orígenes del totalitarismo. Alianza editorial.
- https://www.philosophica.info/voces/arendt/Arendt.html
- Historia de la Filosofía. 2º Bachillerato. Vicens Vives.