Ayer pude leer la noticia publicada por El Mundo que señalaba que Facebook y Twitter toman medidas contra las cuentas de Donald Trump por desinformación contra el Covid-19. Es una práctica habitual en todos los ámbitos, pero especialmente en asuntos políticos, manipular las creencias y emociones con la intención de influir en la opinión pública y en sus actitudes sociales. Esta es precisamente la definición de posverdad (post-truth). Término que adquiere una gran relevancia sobre todo a partir de 2016 coincidiendo con el Brexit y las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, en concreto, con la victoria de Trump. Vivimos actualmente en la época de la posverdad como una moda creciente que permite a algunos, de forma deliberada, deformar la realidad para que encaje con sus opiniones. Se nutren de las noticias falsas (fake news) que cumplen una importante función de cibercebo de la desinformación. El profesor de Ética de la Univerdad de Harvard, Lee McIntyre señala en su libro titulado Posverdad (Cátedra, 2018) que "lo que parece nuevo a la era de la posverdad es un desafío no solo a la idea de conocer la realidad sino a la existencia de la realidad misma" (pág. 39). Efectivamente, en 2016 Trump mantiene que el cambio climático es un fraude inventado por el Gobierno chino para arruinar la economía estadounidense, aún cuando los hechos y los científicos afirman lo contrario. En este ejemplo se plasma precisamente el concepto de posverdad, dado que no se trata tanto de afirmar que algo no es verdad, sino que además en sus intenciones negacionistas subyace un componente claramente político. El profesor McIntyre subraya que la posverdad socava el concepto mismo de verdad: ¿Para qué esperar a que haya consenso científico si se puede fabricar? ¿Cómo se podría alcanzar? Con dinero, por supuesto. La proliferación de medios de comunicación y las redes sociales favorecen el abono de la desinformación y la confusión, dado que un buen número de personas se informa diariamente a partir de las noticias enlazadas y publicadas en las redes sociales. Es curioso observar que, precisamente, "internet, que permite el acceso inmediato a información fiable a cualquiera que se moleste en buscarla, se haya convertido en un cámara de eco" (Pág. 113). ¿De qué medios de información y noticias se nutre cada individuo? Fundamentalmente de la información que confirma sus creencias preexistentes. Es lo que denomina McIntyre: el sesgo de confirmación. Cualquier intento por presentar evidencias de su error a las personas partidistas de una creencia política favorable a su causa, puede provocar un efecto contraproducente, como afirman algunos estudios psicológicos contemporáneos. También, afirma McIntyre, puede darse el efecto Dunning-Kruger, esto es, el sesgo cognitivo que se relaciona con el hecho de que los sujetos con bajas capacidades son a menudo incapaces de reconocer su propia ineptitud. En efecto, pienso exactamente igual que el profesor McIntyre: Cuando alguien está emocionalmente comprometido con una causa política, su capacidad de razonar se verá claramente afectada o, directamente, será inexistente. Una ideología política dominante tiene la capacidad de "mentir y salirse con la suya" como "el primer paso para el control político" (Pág. 128). La hoja de ruta de estrategia política para generar desinformación nos la plantea el profesor McIntyre en su libro con los siguientes puntos:
1. Se plantea una cuestión sobre un asunto extravagante (por ejemplo, que Obama no nació en los EEUU).
2. No facilitar evidencia alguna más allá de la convicción.
3. Sugerir que la prensa es parcial y, por tanto, no se puede confiar en ella.
4. La audiencia dudará de la exactitud de lo señalado por la prensa.
5. La audiencia se inclinará prioritariamente a creer solo lo que encaja con sus nociones preconcebidas.
6. Este es el ambiente propio para generar noticias falsas, que reforzarán los pasos que van del 1 al 5.
7. La audiencia creerá lo que dices simplemente porque lo dijiste (Pág. 129).
Ante este panorama, ¿cómo discernir la verdad y lo que no lo es? ¿Importan más los sentimientos que la verdad? ¿existe la verdad? ¿se puede conocer realmente la verdad?
Para combatir la posverdad, McIntyre plantea algunas acciones: Por un lado, inundar todo el espacio de la información con noticias reales, cuya conformación empírica pueda mostrarse. Por otro lado, apostar por un pensamiento más crítico, esto es, donde la lógica y las buenas inferencias sean indispensables para el buen razonamiento (Pág. 133). En definitiva, combatir las falsedades de un forma cuidadosa y teniendo en cuenta que la posverdad no se encuentra solo en los demás, sino que también podemos caer presa de ella.
Por tanto, la acción llevada a cabo por las redes sociales Facebook y Twitter es muy "inteligente", ya que hay que combatir la desinformación. En este caso acerca de la (casi) inmunidad que tienen los niñ@s contra el Covid-19, cuando los expertos científicos en salud ya han señalado que todas las personas deben protegerse del virus, porque todos estamos en riesgo y todos somos susceptibles de ser transmisores del virus.