¿Qué es propiamente la filosofía? ¿Qué relación existe entre filosofía y ciencia? ¿En qué se distinguen estos saberes? ¿Cuál es el terreno propio de la filosofía, si es que existe? Todas estas preguntas son las que se plantea el filósofo polaco Józef Maria Bocheński (1902, Czuszów, Polonia-1995, Fribourg, Suiza) en el capítulo dedicado a la filosofía en su obra titulada Introducción al pensamiento filosófico (Herder, Barcelona, 2006). Se trata del segundo capítulo de la obra, compuesto por un total de doce, que son exactamente las conferencias que fueron pronunciadas por el pensador en la Radio de Baviera durante los meses de mayo, junio y julio de 1958.
Para Bocheński, la filosofía no puede ser identificada con ninguna ciencia particular, sino que se trata de un saber universal. ¿Qué quiere decir esto? Que su objeto de estudio no está limitado a un campo acotado, a un área concreto; sino que, la filosofía es un saber radical, esto es, no se cierra en ningún campo concreto del saber y, además, emplea todos los métodos que le sean accesibles para acceder a ellos. Estos dos aspectos diferencian a la filosofía y la ciencia. El filósofo, con respecto al método, no tiene la obligación de ceñirse al método empírico, el conocimiento basado en los sentidos, como sí le suceden al resto de saberes científicos. La filosofía puede valerse también de la intuición, por ejemplo, entre otros aspectos. Además, la filosofía, a diferencia de las ciencias, analiza los fundamentos de todo lo existente. En efecto, es el saber de los fundamentos, esto es, va a la raíz de todo. Allí donde otras ciencias se dan por satisfechas, la filosofía sigue preguntando y cuestionando el por qué de todo.
¿Habría un terreno propio y exclusivo de estudio para la filosofía? Desde luego, a lo largo de la Historia de la Filosofía, varias escuelas filosóficas se han ocupado de analizar diferentes problemas, tal y como afirma Bocheński: Inmanuel Kant, por ejemplo, se ocupó de elaborar una teoría del conocimiento, en la que la tarea de la filosofía es el estudio de la posibilidad del conocimiento mismo, sus presupuestos y los límites del conocimiento posible; otra buena serie de pensadores se ha ocupado de analizar qué son los valores; otros, como los existencialistas, han considerado que el ser humano es el fundamento y supuesto de todo lo demás, todo está referido de alguna manera a él; y, por último, pensadores como Wiitgenstein y los positivistas consideran que la filosofía debe de encargarse de analizar la estructura del lenguaje. Sin embargo, para Bocheński, la filosofía es una actividad propia de todo ser humano. Todos somos filósofos, y "no tenemos otro remedio que filosofar", dado que a todos nos atañen los problemas de lo que se ocupa. Ahora bien, eso no significa que sea un saber que no presente dificultades. Todo lo contrario. Allí donde todo se pone en tela de juicio constantemente, donde no rige ningún supuesto, donde no hay un método exclusivo, donde cada nuevo problema requiera de una reflexión filosófica, etc. Todo ello hace que la filosofía sea un saber universal, crítico, problemático y transversal. Precisamente esos aspectos son los que hacen que la filosofía sea un saber atractivo.
Para Bocheński, la filosofía no puede ser identificada con ninguna ciencia particular, sino que se trata de un saber universal. ¿Qué quiere decir esto? Que su objeto de estudio no está limitado a un campo acotado, a un área concreto; sino que, la filosofía es un saber radical, esto es, no se cierra en ningún campo concreto del saber y, además, emplea todos los métodos que le sean accesibles para acceder a ellos. Estos dos aspectos diferencian a la filosofía y la ciencia. El filósofo, con respecto al método, no tiene la obligación de ceñirse al método empírico, el conocimiento basado en los sentidos, como sí le suceden al resto de saberes científicos. La filosofía puede valerse también de la intuición, por ejemplo, entre otros aspectos. Además, la filosofía, a diferencia de las ciencias, analiza los fundamentos de todo lo existente. En efecto, es el saber de los fundamentos, esto es, va a la raíz de todo. Allí donde otras ciencias se dan por satisfechas, la filosofía sigue preguntando y cuestionando el por qué de todo.
¿Habría un terreno propio y exclusivo de estudio para la filosofía? Desde luego, a lo largo de la Historia de la Filosofía, varias escuelas filosóficas se han ocupado de analizar diferentes problemas, tal y como afirma Bocheński: Inmanuel Kant, por ejemplo, se ocupó de elaborar una teoría del conocimiento, en la que la tarea de la filosofía es el estudio de la posibilidad del conocimiento mismo, sus presupuestos y los límites del conocimiento posible; otra buena serie de pensadores se ha ocupado de analizar qué son los valores; otros, como los existencialistas, han considerado que el ser humano es el fundamento y supuesto de todo lo demás, todo está referido de alguna manera a él; y, por último, pensadores como Wiitgenstein y los positivistas consideran que la filosofía debe de encargarse de analizar la estructura del lenguaje. Sin embargo, para Bocheński, la filosofía es una actividad propia de todo ser humano. Todos somos filósofos, y "no tenemos otro remedio que filosofar", dado que a todos nos atañen los problemas de lo que se ocupa. Ahora bien, eso no significa que sea un saber que no presente dificultades. Todo lo contrario. Allí donde todo se pone en tela de juicio constantemente, donde no rige ningún supuesto, donde no hay un método exclusivo, donde cada nuevo problema requiera de una reflexión filosófica, etc. Todo ello hace que la filosofía sea un saber universal, crítico, problemático y transversal. Precisamente esos aspectos son los que hacen que la filosofía sea un saber atractivo.