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domingo, 2 de enero de 2022

2º de Bachillerato: TEMA 6: LA FILOSOFÍA DE DESCARTES

1. Vida y obras. 

René Descartes nació en La Haye (Francia) en el año 1596. De noble familia, fue enviado al colegio jesuita de La Flèche en Anjou, en el que recibió una sólida formación filosófica y científica basada en estudios humanísticos, matemáticos y teológicos. Se trataba de una formación inspirada en los principios de la filosofía escolástica. Dicha formación dejó insatisfecho y confuso a Descartes, que continuó sus estudios en la universidad de Poitiers, en la que obtuvo el bachillerato y la licenciatura en Derecho. Su confusión espiritual y cultural fue en aumento y decidió alistarse en las tropas de Mauricio de Nassau, que combatía en favor de la libertad de los Países Bajos. Posteriormente, Descartes decidió instalarse en Holanda, tierra de tolerancia y de libertades, donde se dedicó a elaborar algunos de sus tratados metafísicos. Desde 1633 a 1637 redactó su famosa obra titulada Discurso del método, tratado que se encarga de analizar el carácter objetivo de la razón, así como las reglas que sigue para alcanzar dicha objetividad. Poco después, en 1641, publicaría otra obra destacada: Meditaciones metafísicas. Finalmente, en 1649, Descartes acepta la invitación de la reina Cristina de Suecia para instalarse en la corte sueca. Su tiempo en la corte fue bastante breve. En febrero de 1650 murió el filósofo a consecuencia de una pulmonía. 

Descartes es considerado el "fundador de la filosofía moderna" y forma parte de la corriente filosófica conocida con el nombre de racionalismo, junto a Spinoza o Leibniz, entre otros. El racionalismo sostiene que la fuente de conocimiento es la razón dada por Dios y rechaza la idea de los sentidos, ya que nos pueden engañar; defiende las ciencias exactas, en concreto las matemáticas. 


2. Objetivos de su filosofía. 

Descartes no acepta los cimientos filosóficos precedentes y se esfuerza por construir un nuevo edificio filosófico completo. Para ello se propone: 

- Comenzar desde el principio, sin confiar en ninguna autoridad filosófica. 

- Evitar la confusión entre lo claro y evidente de las meras conjeturas. 

- Alcanzar ideas claras y distintas para trabajar solamente con ellas. El método que considera más adecuado para este fin es el método matemático, del mismo modo que Kepler y Galileo, que estaban convencidos de la estructura matemática del mundo. 

Por tanto, su interés por la búsqueda del método científico adecuado es constante, que abarque además todas las ramas de la investigación humana, en su propósito de alcanzar la verdad mediante la razón. 

 

3. Las reglas del método. 

Descartes quiere ofrecer "reglas fáciles y ciertas que, a quien las observe escrupulosamente, le impidan tomar lo falso por lo verdadero, y sin ningún esfuerzo mental, aumentando gradualmente la ciencia, lo conduzca al conocimiento verdadero de todo aquello que sea capaz de conocer". En su obra Discurso del método, Descartes establece cuatro reglas: 

1) La primera regla es la regla de la evidencia: Solo es verdadero lo evidente, esto es, aquello de lo que tengo una intuición intelectual. Este acto intelectual mediante el cual se logra la evidencia es aquel en el que la mente pura y atenta capta la idea de forma clara y evidente, sin ninguna duda, sin que se haya puesto en relación con otras ideas, a partir del ejercicio exclusivo de la razón. Por ejemplo, la idea de triángulo.

2)  La segunda regla es la regla del análisis. Se trata de descomponer las ideas complejas en ideas simples que permita al intelecto disipar las ambigüedades. 

3) La tercera regla es la regla de la síntesis. Se trata de proceder de modo inverso al análisis. Partiendo de los objetos más simples y fáciles de conocer, para ascender poco a poco, hasta el conocimiento de los más complejos. 

4) La cuarta regla es la regla de la comprobación y revisión. Se debe impedir toda improvisación, comprobando y revisando periódicamente todo el proceso. 

4. Duda metódica. 

La duda de Descartes no es la duda de los escépticos, "que dudan por dudar"; sino todo lo contrario. La duda de Descartes quiere llevar a la verdad. Por eso se llama "metódica", ya que constituye un paso obligado, pero también provisional, para llegar a la verdad. Por tanto, es necesario dudar de todo lo que se pueda dudar y considerarlo, provisionalmente, como falso. Es una duda universal, metódica y universal. 

¿Hasta dónde se extiende la duda? 

1) Buena parte del saber tradicional pretende estar basado en la experiencia sensible, pero los sentidos nos proporcionan un conocimiento confuso y engañoso. Por ejemplo, en un mismo lugar alguien puede sentir frío y otra persona, calor.  

2) El saber matemático, por su parte, parece indudable, porque es válido tanto en estado de vigilia como en el sueño. Dos más dos suman cuatro, en cualquier circunstancia y en cualquier estado. 

3) Ahora bien, ¿quién impediría pensar que existe un "genio maligno, astuto y engañador" que mofándose de mí me lleva a considerar como evidentes cosas que no lo son? Aquí la duda se convierte en hiperbólica. Nada resiste a la duda. Por medio de esta figura ridícula, Descartes nos invita a realizar un experimento mental con el que busca garantizar el saber matemático; pero su duda se extiende a todo y se convierte en absolutamente universal.

5. La certeza fundamental: "Cogito ergo sum" (Pienso, luego existo). 

Inmediatamente después de ponerlo todo en duda y que el genio maligno se esfuerza por engañarle, Descartes constata que no hay ninguna duda de un hecho: de que existo, esto es, que hay un "yo". Dado que Descartes duda, eso quiere decir que piensa. Y si piensa, por tanto, de alguna manera, existe. "Pienso, luego existo". En definitiva, el "yo" es un acto intuitivo, ya que es una idea clara y distinta.

Se trata del punto de partida de su filosofía, que nada puede poner en tela de juicio. La certidumbre de mi existencia en tanto como "algo que piensa" no necesita otra cosa que claridad y distinción. 

Además del "yo", ¿qué otras ideas se presentan con el mismo grado de evidencia? Descartes entiende por idea a los contenidos mentales que tienen la capacidad de representar cosas. Para Descartes existen tres clases de ideas: las ideas innatas, que se encuentran en la mente antes de cualquier experiencia, emanan de la razón y son el principio del conocimiento verdadero, como por ejemplo, las ideas de perfección o infinitud; las ideas adventicias, que se originan a partir de la experiencia sensible, por ejemplo, la idea de rosa o de caballo; y las ideas facticias, que son fruto de la imaginación, por ejemplo, caballo alado. 


6. Pruebas de la existencia de Dios y sus conclusiones. 

Descartes necesita probar la existencia de un Dios que no me engañe sin referirse al mundo exterior, esto es, desde su propia conciencia. Descartes se pregunta, ¿quién ha creado la idea de Dios? Y es evidente que dicha idea, que se encuentra en su conciencia, no ha sido creada por él mismo, ya que es imperfecto y finito, ni ningún otro ser igualmente limitado. Sin embargo, tenemos, de manera innata, la idea de perfección. Tal idea solo puede tener como causa adecuada a un ser infinito, es decir, a Dios. Dios es una idea innata. esta es la segunda certeza.

Al analizar su conciencia, Descartes tropieza con esta idea que está en nosotros pero que no procede de nosotros y que nos penetra profundamente. Ahora bien, dado que Dios es sumamente perfecto, ¿no deberíamos tener una inmensa confianza en nosotros, en nuestras facultades, que son obra suya? Aquí es donde se ve derrotada la idea del genio maligno, ya que bajo la protectora fuerza de Dios las facultades cognoscitivas no nos pueden engañar. Dios no nos puede mentir. Por tanto, Dios garantiza todas aquellas verdades claras y distintas que el ser humano está en condiciones de alcanzar. Del mismo modo, Descartes puede avanzar hacia el conocimiento del mundo y de sí mismo.

A partir de las ideas innatas ya intuidas, se pueden determinar varias conclusiones: 

- Existe un mundo objetivo, en el que Descartes es una parte imperfecta y finita. 

- Dios es perfecto y, por tanto, se elimina toda duda radical y se garantiza todas las aspiraciones al conocimiento. 

- Se puede admitir de mi propio cuerpo y el del resto de seres corpóreos. Esta es la tercera certeza.

 

7. La metafísica cartesiana. Las tres sustancias.

En base a todo lo indicado, existen tres ideas claras y distintas: las ideas de yo, Dios y mundo, que se corresponden con tres realidades o sustancias. Veamos estas sustancias. 

A diferencia de todos los demás seres, el ser humano es aquel en el que se encuentran a la vez dos sustancias radicalmente distintas entre sí, la res cogitans y la res extensa. Por sustancia entiende Descartes lo siguiente: "Lo que no necesita de nada salvo de sí mismo para existir". En general, Descartes señala tres sustancias: la sustancia infinita, que se atribuye a Dios, cuyo atributo (eso es, la esencia o naturaleza de cada sustancia) es la perfección; la sustancia pensante (res cogitans, o cosa que piensa), que se atribuye al alma, cuyo atributo es el pensamiento (entendido como entendimiento, voluntad, etc.); la sustancia material (res extensa, o cosa extensa), que se atribuye a la materia, cuyo atributo es la extensión (entendido como la figura, el movimiento, el volumen, el tamaño, etc.)

8. Antropología.

Pues bien, como se indicaba, el ser humano se compone de dos realidades (sustancia pensante y sustancia material), esto es, alma y cuerpo. Sin embargo, la experiencia nos muestra una constante interferencia entre ambas sustancias, ya que nuestros actos voluntarios (por ejemplo, nuestros deseos) mueven el cuerpo y, a su vez, las sensaciones (por ejemplo, un dolor físico) se reflejan en el alma. El cuerpo se somete a la misma concepción mecanicista que el resto de seres corpóreos y, por su parte, el alma es espiritual, inmortal y libre. Pero, ¿cómo se comunican ambas realidades? Por medio de las pasiones experimentamos la unión entre ambas. Por ejemplo, algo que nos tiene preocupados o nos provoca estrés puede causar o empeorar un dolor abdominal.

Descartes realiza un estudio de los procesos físicos y orgánicos del ser humano para terminar ubicando en la glándula pineal, situada en el centro del cerebro, que produce la melatonina y cuya función es regular los periodos de sueño y vigilia, única parte del cerebro que no es doble, donde tiene su sede el alma, como punto de unión de ambas sustancias. Y Descartes considera que el alma guía al cuerpo como un "capitán" controla a su "nave", ya que se encuentra íntimamente ligado a su cuerpo. 

                                                   Américo Gomes: Homem do Leme. Oporto.


Actividad 1: Visualiza el siguiente documental sobre Descartes:  https://www.rtve.es/play/videos/this-is-philosophy/programa-4-descartes/6329640/

 

Bibliografía: 

- Copleston, F. (2011). Historia de la Filosofía. Volumen 2. De la Escolástica al empirismo. Ariel Filosofía.

- Reale, G. y Antiseri, D. (2018). Historia del pensamiento filosófico y científico. II Del Humanismo a Kant. Herder.

miércoles, 1 de diciembre de 2021

¿Quieres prolongar tu vida varios años más? Cuestiones éticas derivadas de un ensayo científico.

El rejuvenecimiento, e incluso el ansia de inmortalidad, es un sueño del ser humano que nunca se ha abandonado; a pesar de ser un deseo utópico. Los científicos no han dejado de investigar en el envejecimiento de las células e, incluso, la posibilidad de preservarlas (por ejemplo, por medio de la criogenización). 

La revista estadounidense Aging, que se encarga de publicar artículos científicos sobre el envejecimiento de organismos, la reparación del daño en el ADN, el estudio de enfermedades degenerativas, etc., publicó ayer, 30 de noviembre de 2021, un artículo en el que se habla de Rejuvant, un ensayo con alfa-cetoglutarato y vitaminas, administrado durante solo siete meses, que rejuvenece una media de 8 años: 

Rejuvant®, a potential life-extending compound formulation with alpha-ketoglutarate and vitamins, conferred an average 8 year reduction in biological aging, after an average of 7 months of use, in the TruAge DNA methylation test.

 

¿Qué opinión os merece este ensayo? ¿Una vida más larga es algo bueno? ¿Prolongar la vida podría ser algo perjudicial para el resto de la Humanidad? ¿Y solo está al alcance de personas ricas? ¿Habría que retrasar la edad de jubilación?


lunes, 24 de agosto de 2020

¿Descargarías todo el contenido de tu mente en un ordenador que sustituyera tu cuerpo?


Esta pregunta es la que se plantea el millonario ruso Dmitry Itskov para evitar el destino de toda la humanidad: la muerte. Su respuesta, por supuesto, fue afirmativa. 

Este tipo de cuestiones y otras, que suenan bastante utópicas, son las que se plantea la corriente filosófica actual denominada transhumanismo. El filósofo Antonio Diéguez en su libro titulado Transhumanismo (Herder, 2017, 243 páginas) lo define como "el intento de transformar sustancialmente a los seres humanos mediante la aplicación directa de la tecnología" (Pág. 40). Este tipo de interacción entre seres humanos y la tecnología ya está presente actualmente en la figura de los cíborgs. El primer cíborg oficialmente reconocido fue el británico Neil Harbisson. Neil tiene una antena implantada en el cráneo con la que percibe infrarrojos, ultravioletas e imágenes del espacio. Este artista y activista británico nació con una alteración congénita que reducía su visión a una escala de grises. Su conexión con la tecnología es total, no solo biológicamente, sino también psicológicamente. Él mismo afirma que: "Yo no siento que estoy llevando o usando tecnología; siento que soy tecnología".  

¿Le gustaría ser superinteligente? ¿Le gustaría ser inmune a la depresión? ¿Qué le parecería tener capacidades sensoriales que le permitan captar aspectos de la realidad que permanecen ocultos para el ser humano? ¿Y poder respirar bajo el agua? ¿O disponer de prótesis biónicas reemplazables, controladas directamente por us cerebro, que le permita tener capacidades físicas y mentales extraordinarias? ¿Le gustaría vivir en un sociedad con individuos moralmente mejorados? (Diéguez, pág. 11). Este tipo de cuestiones son las que se plantea el transhumanismo; sin embargo, me gustaría destacar una en particular, que está relacionada con la pregunta que inicia este artículo: ¿Podríamos llegar a ser inmortales? 

La muerte es una condición básica e inexorable del ser humano, como bien sabemos; sin embargo, ¿se podría evitar, de alguna forma, la muerte por medio de la tecnología? La prolongación de la vida de forma biológica es una idea sobre la que el transhumanismo está trabajando, junto a la biología y la tecnología; sin embargo, parece aún lejos el poder alcanzarse. Ahora bien, la victoria sobre la muerte parece estar más cerca por otras vías. Diéguez señala tres: 1) Transferir nuestra mente a una máquina programada que simule el comportamiento de nuestras neuronas; 2) integrar en nuestro cerebro un programa que vaya sustituyendo las funciones cerebrales a medida que fuéramos envejeciendo, hasta que finalmente nuestra mente sea la del ordenador; o 3) la inmortalidad computacional (pág. 57). Esta última parece que es la idea que persigue el millonario ruso Dmitry Itskov. Se trataría de volcar toda nuestra mente en un ordenador hasta conseguir una copia perfecta de uno mismo. Al morir el cuerpo biológico, el ordenador tomaría su lugar. En definitiva, la inmortalidad para ese ser humano. 

 

Esta idea no es novedosa, ya que recuerda al experimento mental del "cerebro en una cubeta" de Hilary Putnam en su obra Razón, verdad e historia (Tecnos, 1988, pág, 224). En efecto, el experimento - explicado de forma apresurada- consiste en extraer el cerebro de una persona de su cuerpo e introducirlo en una cubeta lleno de líquido que lo mantiene vivo. Sus neuronas están conectadas mediante cables a una supercomputadora que le proporcionaría impulsos eléctricos idénticos a los que recibe un cerebro en condiciones normales. 

El volcado de la mente en una máquina posibilitaría alcanzar la tan ansiada inmortalidad; sin embargo, muchas preguntas filosóficas quedarían abiertas: ¿Todo lo que la tecnología permite hacer, se debe hacer? Al volcarse la mente en un soporte no orgánico, ¿la mente funcionaría igual? ¿Podrá formular los mismos juicios que yo y recordar las mismas cosas que yo? ¿"Mudar" la mente a otro cuerpo no sería otro modo de morir? ¿Podría ser el mismo sin cuerpo? ¿Qué identidad tendría, ya que yo no soy exclusivamente mi mente? 

Todo lo expuesto aquí bien parece una ilusión -y no tanto una realidad-, ya que no se puede volcar una mente a un ordenador, ya que la mente humana no es un software, ni nuestros estados mentales son estados computacionales. Por tanto, dicho volcado de datos de nuestra mente a una máquina no supondría una alternativa viable para alcanzar la inmortalidad.

lunes, 30 de marzo de 2020

1º de Bachillerato: ¿Por qué nos da miedo la muerte?

FiloReto: ¿Por qué nos da miedo la muerte?

La película El séptimo sello (Ingmar Bergman, 1957) comienza con un águila planeando en medio de un cielo cegador. La siguiente imagen nos muestra a un caballero que vuelve de las Cruzadas y llega por fin a una playa de su tierra natal. 
Una voz en off recita unos versículos del Apocalispsis: "Cuando el cordero abrió el séptimo sello, en el cielo se hizo un silencio como de media hora...". La cámara enfoca al caballero descansando, echado sobre una roca, con una mano sobre la espada y un tablero de ajedrez a su costado. 
Suenan las olas y el caballero se levanta, pensativo; se refresca la cara en el mar, se arrodilla y comienza a rezar; pero no es Dios quien aparece ante él, sino la muerte. La muerte tiene rostro blanco como la leche; viste con una larga túnica y una capa de color negro. El caballero le pregunta quién es, aunque sabe perfectamente la respuesta. Un escalofrío nos recorre a todos el cuerpo cuando la aparición contesta con voz pausada: la muerte. El caballero pregunta a la muerte si ha venido a por él y la aparición le dice que hace ya tiempo que camina a su lado. La muerte le pregunta si está preparado, mientras  abre su manto.
El caballero le pide que espere un momento y le propone jugar una partida de ajedrez en la cual, si él vence, la muerte le permitirá continuar viviendo, pero si pierde, podrá llevárselo definitivamente. Comienza la partida y los jugadores dialogan sobre la vida y la muerte. 
Parece ser que Bergman sacó esta idea de una pintura que se encuentra en una iglesia a las afueras de Estocolmo donde  puede verse a la muerte jugando con sus víctimas. 

Si pudieras hablar con la muerte, ¿qué le preguntarías? ¿Cuál sería el tema de conversación? El caballero reconoce ante la muerte que ha malgastado su vida, que su existencia ha sido un continuo absurdo y que nadie puede vivir mirando la muerte y sabiendo que camina hacia la nada. ¿Por qué nos aterra la posibilidad de la nada? ¿Ese temor es positivo o negativo? ¿Deberíamos erradicarlo de nuestro pensamiento o tenerlo siempre presente? (FiloReto extraído del libro titulado Filosofía en la calle de Eduardo Infante)

Os animo a ver la película completa: El séptimo sello (Ingmar Bergman, 1957) con subtítulos en castellano