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lunes, 24 de agosto de 2020

¿Descargarías todo el contenido de tu mente en un ordenador que sustituyera tu cuerpo?


Esta pregunta es la que se plantea el millonario ruso Dmitry Itskov para evitar el destino de toda la humanidad: la muerte. Su respuesta, por supuesto, fue afirmativa. 

Este tipo de cuestiones y otras, que suenan bastante utópicas, son las que se plantea la corriente filosófica actual denominada transhumanismo. El filósofo Antonio Diéguez en su libro titulado Transhumanismo (Herder, 2017, 243 páginas) lo define como "el intento de transformar sustancialmente a los seres humanos mediante la aplicación directa de la tecnología" (Pág. 40). Este tipo de interacción entre seres humanos y la tecnología ya está presente actualmente en la figura de los cíborgs. El primer cíborg oficialmente reconocido fue el británico Neil Harbisson. Neil tiene una antena implantada en el cráneo con la que percibe infrarrojos, ultravioletas e imágenes del espacio. Este artista y activista británico nació con una alteración congénita que reducía su visión a una escala de grises. Su conexión con la tecnología es total, no solo biológicamente, sino también psicológicamente. Él mismo afirma que: "Yo no siento que estoy llevando o usando tecnología; siento que soy tecnología".  

¿Le gustaría ser superinteligente? ¿Le gustaría ser inmune a la depresión? ¿Qué le parecería tener capacidades sensoriales que le permitan captar aspectos de la realidad que permanecen ocultos para el ser humano? ¿Y poder respirar bajo el agua? ¿O disponer de prótesis biónicas reemplazables, controladas directamente por us cerebro, que le permita tener capacidades físicas y mentales extraordinarias? ¿Le gustaría vivir en un sociedad con individuos moralmente mejorados? (Diéguez, pág. 11). Este tipo de cuestiones son las que se plantea el transhumanismo; sin embargo, me gustaría destacar una en particular, que está relacionada con la pregunta que inicia este artículo: ¿Podríamos llegar a ser inmortales? 

La muerte es una condición básica e inexorable del ser humano, como bien sabemos; sin embargo, ¿se podría evitar, de alguna forma, la muerte por medio de la tecnología? La prolongación de la vida de forma biológica es una idea sobre la que el transhumanismo está trabajando, junto a la biología y la tecnología; sin embargo, parece aún lejos el poder alcanzarse. Ahora bien, la victoria sobre la muerte parece estar más cerca por otras vías. Diéguez señala tres: 1) Transferir nuestra mente a una máquina programada que simule el comportamiento de nuestras neuronas; 2) integrar en nuestro cerebro un programa que vaya sustituyendo las funciones cerebrales a medida que fuéramos envejeciendo, hasta que finalmente nuestra mente sea la del ordenador; o 3) la inmortalidad computacional (pág. 57). Esta última parece que es la idea que persigue el millonario ruso Dmitry Itskov. Se trataría de volcar toda nuestra mente en un ordenador hasta conseguir una copia perfecta de uno mismo. Al morir el cuerpo biológico, el ordenador tomaría su lugar. En definitiva, la inmortalidad para ese ser humano. 

 

Esta idea no es novedosa, ya que recuerda al experimento mental del "cerebro en una cubeta" de Hilary Putnam en su obra Razón, verdad e historia (Tecnos, 1988, pág, 224). En efecto, el experimento - explicado de forma apresurada- consiste en extraer el cerebro de una persona de su cuerpo e introducirlo en una cubeta lleno de líquido que lo mantiene vivo. Sus neuronas están conectadas mediante cables a una supercomputadora que le proporcionaría impulsos eléctricos idénticos a los que recibe un cerebro en condiciones normales. 

El volcado de la mente en una máquina posibilitaría alcanzar la tan ansiada inmortalidad; sin embargo, muchas preguntas filosóficas quedarían abiertas: ¿Todo lo que la tecnología permite hacer, se debe hacer? Al volcarse la mente en un soporte no orgánico, ¿la mente funcionaría igual? ¿Podrá formular los mismos juicios que yo y recordar las mismas cosas que yo? ¿"Mudar" la mente a otro cuerpo no sería otro modo de morir? ¿Podría ser el mismo sin cuerpo? ¿Qué identidad tendría, ya que yo no soy exclusivamente mi mente? 

Todo lo expuesto aquí bien parece una ilusión -y no tanto una realidad-, ya que no se puede volcar una mente a un ordenador, ya que la mente humana no es un software, ni nuestros estados mentales son estados computacionales. Por tanto, dicho volcado de datos de nuestra mente a una máquina no supondría una alternativa viable para alcanzar la inmortalidad.

martes, 26 de noviembre de 2019

4º ESO: ¿Qué es la mente?


A raíz de un texto de El descubrimiento de Harry de Matthew Lipman (Capítulo VI), nos hemos preguntado hoy en clase de Filosofía de 4º de ESO la siguiente pregunta: ¿Qué es la mente? Es un concepto difícil de entender; incluso podemos decir que, hoy en día, su funcionamiento es una incógnita para la ciencia.


Las preguntas que han surgido a raíz de la lectura de dicho texto son las siguientes:

1. ¿Cómo sabes que tienes mente?;  2. ¿La mente está relacionada con la cultura?; 3. ¿Los pensamientos que tenemos en la mente no son más que las huellas que dejan las cosas en nuestra memoria?; 4. ¿Está relacionado el cerebro con la mente?; 5. ¿Existe realmente la mente?; 6. ¿Por qué no podrían ser nuestros pensamientos algo “eléctrico” del cerebro? ; 7. ¿La mente es algo psicológico o algo que siempre lleva uno consigo?; 8. ¿Es la mente un lenguaje? 9. Si puedas intercambiarte el cerebro con alguien, ¿lo harías? ¿Con quién lo harías? 10. Si encontraras un interruptor en tu cabeza, ¿lo accionarías?; 11. ¿Los robots tienen mente?

Podemos definir la mente como el conjunto de capacidades cognitivas que es responsable del entendimiento, la creación de pensamientos, la creatividad, el aprendizaje, la memoria, la conciencia, la imaginación, entre otras.

La mente funciona procesando la información recibida por el individuo. La mente va construyendo sus estructuras mentales a lo largo de un proceso paulatino a lo largo de su vida.  Factores ambientales, genéticos y nutricionales juegan un papel esencial en el desarrollo biológico del cerebro y su capacidad de procesar la información.

¿Son lo mismo el cerebro y la mente? Para la filósofa canadiense Patricia Churchland, profesora de la Universidad de San Diego (California), "la mente es producto del cerebro". Por tanto, no son lo mismo el cerebro y la mente, pero su relación es muy íntima. Según Churchland, la actividad mental envuelve numerosos procesos de un nivel inferior, como por ejemplo, la vista. Así, cuando miramos a alguien, no vemos unos ojos, una nariz, una boca y finalizamos señalando que se trata de una cara; sino que, se trata de un proceso no consciente cuyo resultado es lo que advierte la conciencia. Ahora bien, la pregunta que se nos plantea es: ¿cómo podemos determinar que los procesos mentales son el resultado de múltiples transformaciones inconscientes? Ésta es una cuestión que aún hoy plantea serias dudas a los científicos.


Os animo a leer el siguiente interesantísimo artículo que fue publicado en el periódico El País, a partir de los estudios de los psicólogos Amos Tversky y Daniel Kahneman, que se titula La mente nos engaña (y no nos damos cuenta)

¿Estáis de acuerdo con el artículo? ¿Qué podemos hacer para que no nos engañe? ¿Y tú que piensas?