En su opúsculo titulado Sobre un presunto derecho de mentir por filantropía, el pensador prusiano Immanuel Kant señalaba de manera rotunda y clara que no existe ese presunto derecho a mentir. Ni siquiera por motivos humanitarios y, en concreto, para salvar la vida de un buen amigo. Se puede decir que estamos ante el ejemplo paradigmático del rigorismo kantiano. Vamos a desarrollar este asunto un poco más.
El texto mencionado es la reacción de Kant al escrito del político y escritor francés Benjamin Constant en 1797 que rezaba lo siguiente:
El principio moral, por ejemplo, de que decir la verdad es un deber, si se tomase de manera absoluta y aislada, haría imposible toda sociedad. Tenemos la prueba de ello en las consecuencias muy directas que de ese principio ha sacado un filósofo alemán, que llega hasta a pretender que, ante asesinos que os preguntasen si vuestro amigo a quien persiguen se ha refugiado en vuestra casa, la mentira sería un delito.
Es curioso que en el texto no se cita a Kant, ni existe una cita de Kant con ese ejemplo; sin embargo, Kant se dio por aludido y se dispuso a desarrollar más en profundidad sus tesis de la Fundamentación de la metafísica de las costumbres del año 1785.
La situación que se plantea es muy extrema: Un asesino se presenta en la casa de un individuo y le pregunta por el paradero de otro individuo, el cual va a matar. La víctima está en la casa. Se trata de un buen amigo suyo. ¿Qué debería hacer el dueño de la casa: mentir y señalar que el individuo que busca no se encuentra allí; o decir la verdad y delatar a su amigo? Para Kant no hay duda. El criterio máximo de autoridad es la razón, y sus postulados se presentan como valores universales con una validez para todos los individuos, esto es, exigibles a todos y cada uno de ellos. Así pues, no se debe mentir nunca, en ninguna circunstancia. No hay excusas que disculpen la mentira. Además, la mentira tiene responsabilidades jurídicas y, por supuesto, tiene un carácter absolutamente amoral.
Kant señala que la mentira nos hace jurídicamente responsables de todas las consecuencias que se deriven de nuestra acción; en cambio, la verdad nos aliviaría de toda consecuencia no prevista. Es por ello que, Kant nos advierte que garantizar que nuestra declaración es absolutamente verdadera es muy complicado, sí podemos al menos asegurar la veracidad de la misma. Dicha veracidad es condición necesaria y suficiente para no mentir. Por tanto, el ser veraz (la sinceridad) es un deber incondicionado.
Todos los deberes quedan plasmados en la ley, cuya mínima excepción de su cumplimiento la hace inútil. El deber de no mentir también está recogido en las leyes. Así pues, en conclusión, el mentir no solo socava el fundamento mismo del derecho, y por tanto de las leyes; sino que, además, por ello mismo, se perjudica a la humanidad entera, dado que las consecuencias de la mentira serían absolutamente imprevisibles. ¿Estarías de acuerdo con Kant?
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