Derrotero (Editorial Sigilo), la ópera prima como escritor de Antonio Sánchez (Extremadura, 1981) derrocha virtuosismo, tanto en la trama como en el mensaje que lanza al mundo. La trama nos traslada a la provincia de Sucumbíos, en plena Amazonía, recorriendo selva virgen, surcando el Napo y el Amazonas hasta llegar al Perú, en concreto a la metrópoli de Iquitos. Cuatro activistas medioambientales se enrolan en múltiples aventuras y deciden que la lucha pacífica ante las grandes petroleras como Texaco, que en su actividad extractiva han esquilmado y contaminado los terrenos en los que operaban, se ha terminado. Durante mucho tiempo, las petroleras han ocultado el atentado ecológico que han cometido y, como consecuencia de ello, han esparcido el cáncer por los recovecos de Sucumbíos y sus gentes. Las grandes sumas de dinero de indemnización impuestas por las autoridades de Ecuador, que nunca han llegado a pagarse, son un motivo más para pasar a la acción directa. Y así se desarrolla la trama.
En primer persona - y machete en mano-, el protagonista de la novela narra su activismo ecológico recorriendo selva y ríos para destruir los mecheros petroleros -instalaciones en las que se quema el gas natural-. Como si de un líder de un pelotón ciclista se tratara, el protagonista organiza y ejecuta, junto a sus comprometidos compañeros, la acción directa de forma incansable y eficiente.
Aunque no es una crónica, esta novela se aproxima a ella. La novela refleja, de forma vivencial, los viajes del autor por Iberoamérica y su trabajo con la Unión de afectados por las operaciones petroleras de Texaco. Dicha lucha contra la explotación extractiva el autor la ha trasladado también a países como Bolivia. En definitiva, esta novela es una magnífica excusa para conocer de primera mano el grave daño ecológico provocado por las petroleras en la Amazonía por medio de una aventura que invitará al lector a buscar localidades, ríos y, sobre todo, reflexionar sobre este grave problema socioambiental.